Ven a dormir conmigo: no haremos el amor, él nos hará

Julio Cortázar

jueves, 19 de febrero de 2009

María odia las fotos

María odia las fotos y odia las fiestas, entonces este es precisamente el peor momento para retratarla.
Miles de veces le había insistido Karina que fuera con ella y miles de veces le había dicho que no. Le había contestado siempre lo mismo "No quiero ir a esa estúpida fiesta contigo. Yo ya sé que tú y yo somos amigas porque yo soy la ratona de biblioteca y tú la puta del pueblo, no tenemos más remedio. Pero lo que también sé es que tú quieres ir a esa desgraciada convivencita nomás porque va a estar José Antonio".
Karina se enojaba y se reía, al mismo tiempo, cada vez. Por eso la quería tanto María, porque todo la ofuscaba y todo le arrebata una sonrisa. Ella, en cambio, ni fu ni fa. Un día, hojeando el diccionario, se encontró con "estoica" y le pareció adecuado. Se acomodó mentalmente en esa palabra, como si fuera su sillón preferido, amoldado a su forma después de tanto uso. Y para terminar de convencerse que esa era la palabra más adecuada para ella, pensó "los escritores necesitamos sangre fría y aplomo... ¿yo para qué quiero las emociones?"
José Antonio acababa de llegar de Francia y volvió hablando sobre"hedonismo", "existencialismo" y el futuro levantamiento juvenil. Y no es que Karina fuera la chica con la que José Antonio había soñado siempre, pero en un pueblo de 20 mil habitantes ella era la única que podía serle útil a sus necesidades hormonales. Así pues, cuando salían a caminar por la plaza, él le hablaba sobre la reciente revolución cubana, la literatura y el arte.
Un buen día, Karina, en un intento desesperado por convencer a María de ir a la fiesta con ella ("mi papá no me deja ir si no vas tú. Dice que si tú eres tan seriecita no me vas a dejar hacer pendejadas") le dijo: "Dice Josean que a los escritores les tiene que hervir la sangre, que se tienen emocionar de su entorno y contagiarse de cuanta enfermedad haya, para después de vivirla poder contarla. Y dice también que las fiestas son enfermedades tremendas de terrible contagio". Era lo más inteligente que María había escuchado salir de la boca de Karina. Era, de hecho, lo más inteligente que María había escuchado salir de la boca de nadie; todo lo que sabía lo había leído. La había, sincera y absolutamente, convencido.
Así pues se puso unos pantalones negros y una blusa blanca (Karina se puso, claro está, un vestido blanco de escote tan profuso como lo que contenía). Recién llegando a la fiesta, gritó una voz por ahí: "¡Foto, muchachos, foto!" Y María, sin que fuera su intención, quedó justo enmedio, con su cara mezcla de desprecio y expectativas.

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