Ven a dormir conmigo: no haremos el amor, él nos hará

Julio Cortázar

miércoles, 18 de febrero de 2009

Adolfo va por su IFE

El tiempo límite son 15 minutos, 15 minutos es el tiempo más desquiciante, no sé si tenga que ver con que los dos números que lo forman sean impares y no, no tiene nada que ver con que me esté seduciendo el dudoso arte de la numerología. Aunque a estas alturas todo arte en sí evoca una duda.

Con estos pensamientos tengo a un lado a una cara bastante peculiar, al menos dentro de lo que se desarrolla en la zona limítrofe de mi cotidianeidad.

Es un tipo moreno, de facciones duras, que usa bigote. Sus labios están hinchados, como si estuviera floreada su boca, floreada, es un término común para designar a quien le acaban de romper la madre. Este tipo, a quien llamaré Adolfo, no parece mucho un rompemadres, más bien a él se la rompen muy seguido. Cuando hace cola para recibir un documento oficial, se pone en un estado de inquietud que se vuelve cuando una persona, sin saberlo, se mete en la fila.

Ojos rojos los de adolfo, mugre en las uñas, "¿Te partieron la madre coyotita?" le pregunta a una niña con ese cariño extraño que sólo las partes interiors de un círculo, en este caso la familia, pueden responder, padecer y disfrutar. Adolfo se peina para atrás, su cabello negro azabache y puntiagudo, en el sistema de castas el podría caer en la denominación de los pardos, aquellos mezclados entre indio y negro.

Adolfo se llama mientras silba una canción y espera estoico en la fila. ¿La coyotita es su hija o su sobrina? No hay forma de saberlo, el sólo le dice "chinga tu madre", pero de una forma tan cariñosa que bien podría ser un te quiero. Es curioso cómo la gente suele mostrar sus sentimientos.

Dije que es inquieto porque se muerde las uñas y silba como esos pájaros nocturnos, para dar prenda de su presencia.

No tengo idea de qué es lo que va a hacer Adolfo una vez que obrenga su IFE. Juzgón como soy, creo que Adolfo la usará para identificarse una vez que llegue a los Estados Unidos y se haya encomendado a la virgencita. Dudo mucho que vaya a votar. No porque sea pobre: votar no es de mexicanos. Adolfo lo sabe en su interior como ferviente guadalupano. En el momento en que le ofrezcan una torta, una playera o unos zapatos nuevos, de seguro votará por alguno de esos partidos.

Si ya tiene callo, de seguro pedirá droga. 35 años en sus huesos y no se recupera todavía de esa curiosidad adolescente. Su mamá, una señora grande, y su ¿hermana? ¿mujer? están ahí como testigos requeridos por el IFE cuando no se cuenta con un documento importante.

Es Adolfo, y en pleno 2009, el año electoral, ya tendrá IFE, la credencial para votar con fotografía, donde aparece con su gesto adusto, su boca floreada y esa mirada de velo constante por no saber si habrá comida pasado mañana.

3 comentarios:

  1. Tú también usaste la palabra estoica, no me había fijado. Demonios.
    Hubo algunas cosas que me costó trabajo entender (a la primera, al menos) por tu estilo de redacción. No sé si sea error o, repito, simplemente tu estilo.
    Arre =)

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  2. Apenas comienzo a leer y ya sabía que eras tú :P

    Leido!

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